miércoles, 17 de enero de 2007

Catalunya tiene una economía muy vulnerable al cambio climático.

El ecólogo Ramon Folch advierte del peso del turismo y otros sectores ligados al buen tiempo.
El desplazamiento hacia el norte de los desiertos amenaza con reducir la disponibilidad de agua.

La Tierra ha sufrido cambios climáticos abruptos a lo largo de su historia y ha sabido recuperarse con mayor o menor fortuna, pero nuestra moderna civilización nunca ha experimentado nada parecido. "Más que un problema ambiental --dijo ayer Ramon Folch, doctor en Biología, asesor ambiental y socioecólogo--, nos enfrentamos a un problema con inmensas repercusiones económicas". Y Catalunya, añadió, se verá particularmente afectada debido a su particularidad geográfica, con mucha costa y justo al norte de un inmenso desierto, y su economía, sustentada en gran parte en dos sectores tan dependientes del clima como son el turismo y la construcción.
Folch, que pronunció una conferencia en el foro Tribuna Barcelona, asumió que el futuro está lleno de incertidumbres, pero se mostró "realmente muy perplejo" porque todas las advertencias científicas, que no son precisamente nuevas, no han servido para que el mundo asuma que el calentamiento planetario es un gravísimo problema. "Aún no hemos cambiado los hábitos".

LA EVIDENCIA
El peligroso incremento del dióxido de carbono

"Al cambio climático no nos podemos acercar como un acto de fe porque los sistemas tan complejos como el clima --dijo Folch-- se resisten a ser reducidos a fórmulas". No sabemos con seguridad si la temperatura subirá dos, tres o cinco grados en un siglo, prosiguió, pero sí que habrá un incremento.
El conferenciante explicó que las burbujas de aire sepultadas bajo el hielo, los anillos de los árboles y otros indicios indirectos han permitido reconstruir la historia climática de la Tierra, especialmente a partir del siglo XI. Una gran evidencia es la densidad en la atmósfera de uno de los principales gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono o CO2: "Hasta 1850 --explicó-- había unas 280 partes por millón; en 1950 aumentó a 330 y actualmente se sitúa en 430". El CO2 existe de forma natural en la Tierra, pero la "exaltación antrópica" iniciada en la revolución industrial ha desequilibrado el sistema atmosférico y ello ha contribuido total o parcialmente a que las temperaturas hayan aumentado cerca de un grado en la Tierra.
El clima es cambiante, "pero no con la intensidad y la rapidez" de la actualidad, insistió. "Si no se modifica nada, en el 2070 llegaremos a 500 partes por millón de CO2".

RÉGIMEN DE LLUVIAS
Desplazamiento del anticiclón de las Azores

La gente puede pensar que dos grados de aumento son poca cosa, pero no es así. En el caso de Catalunya, dijo Folch, ello podría provocar cambios importantes en el régimen de lluvias "porque el anticiclón de las Azores se desplazaría 150 kilómetros más al norte". En un territorio como el catalán, que ya está al límite de la disponibilidad de agua, una reducción de las precipitaciones haría realmente mucho daño. También citó los problemas que podrían sufrir el delta del Ebro y otras zonas costeras en caso de que suba el nivel de mar.

LOS COSTES REALES
Mejor invertir en prevención que curar

Folch hizo suyo el Informe Stern, publicado recientemente en Gran Bretaña, y recordó que siempre es mejor prevenir que curar. Hacer frente al cambio climático antes de que se manifieste con dureza costará el 1% del PIB mundial cada año, "pero no hacerlo puede suponer entre el 5% y el 20%". Y la principal manera de combatirlo es justamente reducir la dependencia del car-
bón y el petróleo. "No nos hemos tomado en serio el protocolo de Kioto hasta ahora", prosiguió. Otro ejemplo: evitar que las zonas costeras de Europa se inunden podría costar entre 3.000 y 12.000 millones de euros, pero corregir el problema una vez lo tengamos encima supondrá entre 9.000 y 40.000 millones.

LA APUESTA
Revolución basada en la eficiencia energética

"Necesitamos una nueva revolución posindustrial basada en la eficiencia energética. Hasta ahora hemos crecido gastando cada vez más energía, pero hemos llegado al límite, ya somos mayores", dijo Folch. El profesor recordó que Catalunya tiene el peor índice de intensidad energética de toda Europa, es decir, necesita más consumo eléctrico para la producción de una misma cantidad de riqueza. "Debemos asumir --dijo-- un nuevo concepto económico que apueste por la sostenibilidad".
En este terreno puso el ejemplo de la escasez de agua: las desalinizadoras podrían resolver el problema por completo, pero generarían otro debido a su elevado consumo energético: "Lo principal es reutilizar el agua". Ya lo dijo recientemente José Durao Barroso, el presidente de la Comisión Europea: "Los tiempos de la energía barata se han acabado".
Folch hizo un llamamiento a los políticos catalanes y a las empresas para que se sumen a la lucha contra el cambio climático. "Sin un planteamiento político serio no se podrá hacer nada". Y concluyó con cuatro argumentos para convencerlos: "Primero, porque tenemos una responsabilidad, aunque solo representemos el 1% de la humanidad; segundo, porque, de lo contrario, Kioto nos saldrá muy caro; tercero, porque no podemos seguir siendo vulnerables energéticamente, y cuarto, porque es necesario si queremos seguir siendo competitivos económicamente.

(PERIODICO.COM)

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