viernes, 26 de enero de 2007

Especial cambio climático (2a. parte)

La semana pasada veíamos como por calentamiento global se entiende un ciclo natural relacionado con la energía cósmica solar e intergaláctica. En resumidas cuentas, se supone que dichos rayos están compuestos en esencia por una radiación de protones y electrones que golpean la atmósfera de la Tierra con energías sumamente altas, tal y como lo ilustra la gráfica de la NASA a continuación.

Dicha energía es emanada por la radiación de estrellas como nuestro sol, pero también desde más lejos, como con las supernovas cuando explotan, de acuerdo a la NASA. Por ende el calentamiento global no sería un evento antropocéntrico, sino natural.

El cambio climático que vivimos, se supone por ende, ha sido más extremo de lo normal por culpa del efecto invernadero. Pero algunos científicos se han quedado con la definición no antropocéntrica del calentamiento global, minimizando los efectos del efecto invernadero, por lo que no está exenta de polémica. Muchos de ellos afirman que cualquier calentamiento en el último siglo puede explicarse por el hecho de que el planeta estaba saliendo de un período frío, conocido como la "pequeña edad de hielo" y no se debe a la acumulación de los gases del efecto invernadero tras la Revolución Industrial.

El efecto invernadero

El problema es que en los últimos cien años, la Tierra se ha calentado 0,8 grados. De esos 0,8 grados, 0,6 corresponden a los últimos 30 años. Es decir, que el 75% de la elevación promedio de nuestro planeta se produjo en esos últimos treinta años, como consecuencia del efecto invernadero, como lo demuestra la siguiente gráfica.

El exceso de dióxido de carbono, del metano, de gases nitrogenados oxidados y de los clorofluorocarbonos (CFC), que se venía acumulando desde principios del siglo XX a consecuencia de la actividades humanas industriales y agrícolas a gran escala, creó una especie de techo por encima de nuestra atmósfera. Dicho techo gaseoso permite el paso de la luz solar, pero dificulta el escape del calor desde la superficie terrícola hacía el espacio exterior. Exactamente como lo haría el techo de vidrio de un invernadero. Ahora que los animales todos respiran oxígeno, y producen dióxido de carbono como desecho. También gas metano. Por ende siempre ha existido el efecto invernadero. Ciertamente el hombre no emite naturalmente CFC, aunque este ya no es tema de discusión, pues estos gases ya fueron prohibidos a nivel mundial. El problema es que las máquinas impulsadas con base en combustibles fósiles y actividades agrícolas han aumentado la emisión de dióxido de carbono muy por encima de lo normal, y por ende, se ha alterado el “invernadero natural”, de acuerdo con definiciones de la NASA.

Política y cambio climático

Como muchos lectores habrán escuchado, el Protocolo de Kioto es un instrumento internacional que intenta reducir las emisiones de los seis gases definidos como los culpables del efecto invernadero, y que son el CO2, el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), y además tres gases industriales fluorados: hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). Pero es que además en el artículo pasado, quedó demostrado que las radiaciones cósmicas han permanecido estables los últimos cincuenta años. Por ende el efecto invernadero es la única explicación que queda para explicar el continuo aumento de la temperatura global.

Hagamos un ejercicio: Si usted fuera un político de la China, la India o los Estados Unidos, y tuviera a su cargo la responsabilidad de justificar su decisión de no firmar el Protocolo de Kioto, y dar una justificación científica para respaldar tal decisión: ¿Escogería saber más de calentamiento global (y rayos cósmicos), o sobre el efecto invernadero?

La mayoría de nosotros probablemente escogería ambas para explicar los cambios climáticos, pero un político cuyo objetivo no fuera el medio ambiente, sino la economía de su país, y cuya productividad depende directamente de la posibilidad de cometer tales excesos, pues seguramente también será un escéptico que cree más en el impacto de los rayos cósmicos sobre el clima que en el efecto invernadero.

Claro, ello constituye una suspicacia por mi parte, pues en principio cualquier persona es libre de creer lo que quiera, sin que por ello caigan sospechas sobre la misma. De cualquier manera, contra más nos demoremos en actuar, más CO2 se acumulará.

¿Y si no hacemos nada?

En el bachillerato me enseñaron que la Tierra era 75% océanos y 25% tierra firme. Pero la elevación de la temperatura global sostenida en el tiempo, podría implicar un aumento del nivel del mar de unos 6 metros para el 2100. Bueno, la mayoría de nosotros no vivirá para verlo, pero ¿y nuestros hijos, o los hijos de nuestros hijos? No podemos modular la radiación que impacta nuestra troposfera, pero si la producción de CO2. La temperatura seguirá aumentando, pero podemos quizás evitar un desastre mayor, o minimizar el desastre de inundaciones de naciones enteras, con aguas de hielo derretido que provienen del Ártico. Pero eso lo veremos en la próxima entrega.

1a. parte

(EQUINOXIO.org)

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