Indonesia fue castigado en 2006 con una interminable sucesión de catástrofes que acentuaron la crisis turística en el país, el más afectado de una región que ha sufrido, como cada año, una veintena de tifones y otras inclemencias.
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La mala racha Indonesia empezó en enero, en el punto álgido de la temporada de lluvias, cuando más de un centenar de personas quedaron sepultadas bajo una avalancha de lodo, piedras y agua por el inesperado derrumbe de una colina sobre una aldea de Java.
Deslizamientos de tierras y riadas dejaron otro centenar de víctimas mortales en otros puntos de la isla entre enero y febrero.
El volcán Merapi, situado en las inmediaciones de la ciudad javanesa de Yogyakarta -una de las más turísticas por la presencia de los templos de Burubudur-, despertó en mayo y miles de personas fueron evacuadas de sus laderas en previsión de una gran erupción.
Cuando el 27 de mayo un fuerte seísmo de 6,2 grados en la escala abierta de Richter devastó Yogyakarta, miles de personas creyeron que el temblor se había originado en el volcán y corrieron hacia el mar.
Sin embargo, la población de las localidades costeras temió la llegada de un 'tsunami' (ola gigante) y corrió hacia las montañas.
Casi 5.000 personas murieron y más de 100.000 casas se vinieron abajo en este terremoto, el peor en varias décadas en la isla de Java.
Entre los monumentos afectados, el más reconocido internacionalmente fue el complejo de templos hindúes de Prambanan, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
En menos de un minuto, decenas de relieves, medallones y estatuas se rompieron en pedazos y dieron al traste con décadas de experta restauración.
El seísmo fue provocado por la colisión entre las placas tectónicas euro-asiática e indo-australiana, las mismas que en diciembre de 2004 causaron el seísmo de 9 grados de magnitud Richter que causó un 'tsunami' que arraso las costas del océano Indico y causo unos 300.000 muertos sólo en Indonesia.
Aunque se originó en el mar, el seísmo de Yogyakarta no fue acompañado de olas gigantes, pero sí lo fue el terremoto de 7,7 grados de magnitud que en julio sacudió la costa de Java occidental.
Veinte minutos después del seísmo, olas gigantes de varios metros barrieron hoteles, restaurantes y bares de la turística playa de Prambanan y otras cercanas.
El Centro de Prevención de Tsunamis del Pacífico, con base en Hawai, emitió una alerta de 'tsunami' a los pocos minutos. Pero en las costas indonesias no había ningún sistema activo. Ninguna sirena advirtió del peligro. Ningún aviso gubernamental se distribuyó entre la población.
El balance de muertos rondó los 400 y el gobierno anunció que el fondo de desastres se había agotado ante la sucesión de catástrofes vividas en el país.
Sin embargo, lo peor estaba por llegar: unos meses después, una exploración de gas sin las medidas de seguridad adecuadas en Sidoarjo, en el este de Java, desencadenó una erupción de barro tóxico que ya ha inundado cuatro aldeas y amenaza con hundir la región.
La cantidad diaria de lodo que emerge del interior de la tierra equivale a 65 piscinas olímpicas. Todos los intentos de frenar la erupción hasta la fecha han fracasado y los científicos estiman que si no se encuentra una solución, el torrente de barro podría seguir durante unos 30 años.
El caso de Indonesia ha sido muy especial, hasta el punto que se han desatado todo tipo de supersticiones sobre un castigo divino, pero el resto de la región del sureste Asiático y China ha tenido también su cuota de catástrofes naturales.
Filipinas, Vietnam y China han sufrido la embestida de unos veinte tifones -la cifra habitual anual- que han dejado a su paso por los tres países miles de muertos y grandes destrucciones.
Uno de los más graves en Filipinas fue el 'Xangxane', que en octubre provocó 200 muertos y que, por primera vez en 11 años, pasa de lleno por Manila, que quedó devastada, antes de enfilar hacia Vietnam y causar 60 víctimas.
Pero antes, en febrero, un alud de tierra en la isla filipina de Leyte sepultó varios pueblos y causó la muerte de unas 1.700 personas, según cálculos aproximados de desaparecidos, pues la cifra exacta nunca se conoció.
En China, los tifones 'Bilis', 'Saomai', 'Kaemi' y 'Prapiroon', que dejaron unos mil muertos en total, fueron los más letales de esta temporada y afectaron tanto a la costa suroriental como a zonas del interior, causando desbordamientos de ríos y embalses.
En total, cerca de 2.000 personas murieron a consecuencia de los desastres naturales (seísmos, tifones e inundaciones) ocurridos este año en China.
AGENCIA- EFE
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